¿Qué es más fácil para el mundo; cambiar o perecer?

Cada acción espiritual comienza con una reacción opuesta, como la “ventaja de la luz revelada a partir de la oscuridad”. De otra manera no podemos sentir nada porque todo es percibido sólo en el contraste. Por lo tanto, la oscuridad precede a la luz, y confusión y malentendidos ocurren antes de la claridad y conciencia. Y así es en todo. 

Observa nuestra vida: cuánto tiempo sufrió la humanidad para ser consciente de la maldad del ego y finalmente decidir que necesita liberarse, porque es la fuente de todos nuestros problemas. Aún cuando no sabemos cómo hacerlo, aparentemente seremos forzados a dirigirnos al Creador, toda la humanidad. 

Se dice “El producto de la tierra (deseo) está en todo”. Antes que nada, el deseo debe revelar la oscuridad y sólo a partir de la oscuridad comprenderemos la luz. Esto es exactamente lo que está sucediendo en nuestra vida. 

Toda la evolución de la humanidad fue debida al crecimiento del egoísmo. Y hoy  llegamos a la llamada “última generación”, la generación del Mesías (Mashiaj), la cual está obligada a despertar un poder superior que nos sacará de nuestro deseo egoísta. 

Y entendemos que no podemos hacerlo porque el ego es nuestra naturaleza, nuestra vida. No sabemos cómo pensar de forma diferente y sólo revelamos nuestra maldad, pero ni siquiera somos capaces de imaginar cómo deshacernos de ella. 

Por lo tanto, esta condición es inusualmente importante, única, nunca sucedió en la historia de la humanidad. Gradualmente despierta en nosotros, la sensación de que ya no podemos vivir como lo hicimos por miles de años. Nuestro desarrollo nos llevó sólo a tomar conciencia de que ya no podemos permanecer dentro de la naturaleza egoísta y es necesario elevarse por encima de ella. 

¿Pero hacia dónde elevarse y cómo hacerlo? Los cabalistas dicen “fe por encima de la razón”. Pero, ¿qué es y cómo logramos ese estado donde el otorgamiento se vuelve más elevado y más importante que recibir? El hombre no puede hacerlo. Y aquí estamos conscientes de nuestra total impotencia y entendemos que no existe esperanza, excepto por nuestro Creador. 

La humanidad comienza a revelar que el egoísmo es una fuerza que viene de arriba, pero que existe un poder superior opuesto, al cual necesitamos pedirle ayuda para convertir el poder del mal en el poder del bien, en anti-egoísmo. Así, viviremos bien y felices en el nuevo mundo. 

Pero hasta ahora es extremadamente difícil para nosotros. Es más fácil creer que el mundo dejará de existir del todo, que imaginar que pueda vivir de acuerdo a las leyes de la naturaleza altruista ¿cómo puede ser que todos, en cualquier lugar y cualquier estado, sólo pensemos en darle al prójimo y no en el beneficio que obtendremos? 

Altruismo es una naturaleza diferente. Si se viste en nosotros, nos comportaremos diferente y si no, no podremos. Por eso, la única salida es entender que es imposible continuar existiendo en esta naturaleza egoísta y debemos ir hacia un enfoque nuevo, inverso de vida. Todo lo que sucede nos lleva ahí. Intentemos entender rápidamente que no hay otra opción y que todo depende de nuestra plegaria. 

En realidad, es más fácil imaginar la destrucción y colapso del mundo, que una vida de acuerdo a las leyes de otorgamiento. Todo nuestro mundo está construido con base en el poder del ego y su destrucción será con la misma fuerza egoísta. No habrá nada nuevo. Ya experimentamos guerras terribles, desastres y problemas en este mundo. 

En algún lugar del mundo, alguna especie de infortunio sucede constantemente y todos entienden que el mundo podría colapsar. Pero al mismo tiempo, la misma fuerza del egoísmo que lleva al mundo a la muerte, permanecerá. 

Es mucho más difícil cambiar el programa de acuerdo al cual funciona el mundo, la naturaleza de las relaciones entre la naturaleza inanimada, vegetal y animal y el hombre, para que todo funcione al revés, en otorgar al prójimo. Cada uno debe considerar a los otros y cuidar su bienestar. No sólo no entra en nuestra cabeza, es imposible de imaginar. 

En realidad, para hacerlo necesito sentir el deseo de otros e intentar satisfacerlo. Esa es la manera en que todos deben actuar todo el tiempo. Para hacerlo, otro programa debe ser cargado en esta enorme computadora, en el mundo inanimado, vegetal, animal y el hombre. 

No podemos imaginarlo. Ningún intento de socialistas y utópicos por crear ese mundo tuvo éxito. Una revolución así puede lograrse sólo por el Creador, quien nos dará una naturaleza diferente. Es lo que debemos pedir, lo más rápido posible. 

Si no, el sufrimiento será más y más decisivo nos empujará a rectificar el mundo, nos obligará. Pero es un viaje muy difícil, largo y doloroso, lleno de sufrimiento. En realidad, es llamado el “camino del sufrimiento”. 

Vayamos por el  camino de la luz, es mejor. Para hacerlo, necesitamos atraer la fuerza superior. Necesitamos exigir, pedir, al Creador que nos dé el poder de otorgamiento. De otra manera, no tendremos éxito. Intentaremos llegar a la corrección nosotros mismos hasta que desistamos de este trabajo. Y nuestro clamor llegará al Creador y Él nos dará Su fuerza altruista. Esto se llama éxodo de Egipto, de nuestro ego. 

Pero si no pedimos y no obligamos al Creador a ayudarnos, no podremos cambiar nada y sufriremos por nuestro egoísmo más y más cada día, 

No es necesario esperar que el coronavirus desaparezca pronto. No nos abandonará y además vendrán problemas más serios. Dinero, recursos y víveres pronto se agotarán -la humanidad sufrirá terriblemente. Aparte, huracanes, nubes de langosta, inundaciones y sequías están por venir. 

Todo para que entendamos que sólo cuando pedimos al Creador tenemos esperanza de ser salvados de los problemas y tribulaciones. Cuando comencemos a dirigirnos a Él, entenderemos que lo principal es no deshacernos de los problemas e infortunios. En realidad llegaron para convencernos de ir hacia el Creador. Es una lástima pedirle a Él beneficios materiales, es mejor pedirle que nos acerque a Él, porque toda la felicidad está ahí.
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De la 1a parte de la lección diaria de Cabalá 1/jul/20, Baal HaSulam, Shamati 34. “El producto de la tierra”

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