¡Jálate más alto!

Pregunta: ¿Por qué incluso cuando una persona sabe lo que es bueno para él, aún así va y hace cosas que lo dañan?

Respuesta: Podemos incluso ver que esto sucede con niños pequeños. ¿Cuánto tienes que castigar a un niño hasta que empieza a entender algo? Y aun así, ¿se trata de una consecuencia del castigo, o que simplemente creció y se volvió más listo? ¿Tal vez los castigos no fueron benéficos en absoluto? Esta es de hecho una pregunta: ¿Qué nos hace cambiar nuestras acciones?

En realidad, no cambiamos al ser castigados. En general, no hay tal cosa como recompensa y castigo como lo entendemos. Nunca aprendemos bajo la influencia de las desgracias del destino. Simplemente crecemos hasta que superamos nuestras Reshimót. Entonces las nuevas emergen en nosotros y el entorno circundante cambia, y cambiamos nosotros también bajo su influencia. Sólo cambiamos de la confrontación de dos parámetros: los datos de información internos (Reshimót) y la sociedad que nos rodea. Mientras interactúan entre sí, ellas determinan nuestro estado.

Tenemos que llevar nuestras Reshimót al equilibrio con el entorno. Esto es a lo único que aspiramos. Es la ley fundamental del universo: similitud, balance, equilibrio. Todo aspira a ello en la naturaleza de forma automática. Es por eso que tan pronto surge el desequilibrio con el entorno dentro de nosotros, entonces de manera consciente o no (dependiendo del desarrollo de una persona) inmediatamente ponemos toda nuestra energía para tratar de llevarnos al equilibrio.

Por ejemplo, cuando entras en una determinada sociedad o un grupo determinado de personas, siempre te ajustas, puesto que deseas ser similar. Así es como se construyen las cosas, es la ley de equivalencia, la ley inicial que el Creador puso a la cabeza de todo. Después de haber creado una naturaleza opuesta a Él, el deseo de disfrutar, Él desea que este gradualmente alcance la equivalencia con Él, el deseo de otorgar. Es así porque el crecimiento crea una mente dentro del deseo, y entonces la creación de gana conciencia, sensaciones, y revela al Creador, al volverse igual e idéntico a él.

Una persona se diferencia de cualquier otra creación inanimada por el surgimiento de una mente que conscientemente dirige la creación hacia la semejanza con el Creador. Por lo tanto, nuestra entera libertad de elección yace en crear constantemente un entorno circundante para nosotros mismos que «nos jale hacia arriba» hacia el Creador. Eso significa que tenemos que cuidar del entorno para que esté en un nivel más alto del que estamos nosotros. En ese caso, queremos llegar a ser semejantes a él, y por lo tanto seguiremos avanzando hacia el Creador. Al imaginar que el grupo está más alto, mayor, y más ideal que nosotros, avanzamos hacia adelante.

Por lo tanto, todo depende de la creación de un entorno adecuado, porque este nos habilitará para jalarnos hacia delante de forma automática. Allí yace toda la ley de crecimiento.

(De la lección en Moscú del 17 de Enero del 2011, Shamati)

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