¡Nunca más!

Nací en 1946 y crecí a la sombra de esa despiadada guerra que tomó la vida de millones de personas en una terrible tragedia llamada el Holocausto del pueblo judío. El Holocausto me impactó personalmente. Aunque mis padres tuvieron la suerte de sobrevivir, dos terceras partes de mis parientes murieron en los campos de concentración.

Por eso, el Holocausto no es algo distante a mi memoria, sino un recuerdo doloroso de lo que puede suceder. La pregunta, “¿cómo podemos prevenir otro Holocausto’”, para mi no es necia. La hago con todo el dolor y la responsabilidad que siento.

Siento que un océano de odio nos ahoga. Las señales del inminente desastre, nunca han sido tan evidentes. Los reportes internacionales en relación al crecimiento sin precedente del antisemitismo, son señales claras de advertencia.  

En el día Internacional en memoria del Holocausto, la BBC preguntó si no era ya hora de dejar de hablar sobre el Holocausto. Un congreso científico se realizará en Inglaterra, para discutir el derecho legítimo de que Israel exista y se firmó con Irán un acuerdo en relación a su plan nuclear, esto es una prueba más de que no podemos contar con nuestros “aliados”.  

Todo ésto es motivo de gran preocupación por nuestro futuro.  

Aún podemos prevenir otro Holocausto, pero para hacerlo, no es suficiente lamentar el pasado. Las lágrimas deben dar paso al análisis crítico de nuestra situación actual e investigar otros medios para corregirla.  

¿Por qué? Porque vivimos en un sistema cerrado de fuerzas sin emociones. La ley, de acuerdo a la cual este sistema opera, es la homeostasis, es decir, el balance armónico de todos los elementos en el sistema.

Por lo tanto, si actuamos en concordancia con esta ley, es decir, si aspiramos a establecer relaciones buenas y armónicas, estaremos bien, pero si nos dividimos, el sistema, por la fuerza, nos llevará al equilibrio. Tal corrección pudiera implica un terrible sufrimiento.

Sé lo duro es para los sobrevivientes del Holocausto y los miembros de su familia, leer estas líneas, pero la verdad tiene que ser dicha. El Holocausto sucedió porque la nación de Israel no actuó conforme a la ley de unidad. ¿Por qué nosotros? Porque tenemos la responsabilidad especial de cumplir esta ley, desde los días de Abraham.

Abraham, el fundador de nuestra nación, descubrió que todo está manejado por la ley de la unidad. Cuando el pueblo de la antigua Babilonia se dividió debido a que el ego creció, Abraham comenzó a enseñar a los babilonios el método de unidad.

Los pocos que lo siguieron fueron llamados la nación de Israel. La implementación de esta ley es la razón de que nuestra nación exista. La única justificación de nuestra existencia como una nación es transmitir esta ley entre nosotros y a las naciones del mundo.

A principios del siglo pasado, recibimos la oportunidad de regresar a la tierra de Israel, no para construir una hogar para los judíos, sino para readquirir la unidad que hemos perdido. Desafortunadamente, no lo hicimos entonces. Muchos de los judíos en Europa prefirieron seguir en sus comunidades locales o asimilarse.

La reacción del sistema superior, fue el Holocausto, que empezó a principios de 1920. Mucho antes de que el mundo fuera inundado y sofocado por la sangre, los cabalistas sintieron que una gran tragedia se aproximaba y pidieron a los judíos de Europa a volver a su tierra para unirse, pero ellos no los escucharon.

En lugar de unirnos en una sola nación por voluntad propia, nos acercamos unos a otros debido al sufrimiento terrible durante el Holocausto. Después, recibimos la categoría de estado.  

El mandato real para que existiera nuestro país no fue la declaración de la ONU, sino nuestra misión. De acuerdo a los cabalistas, el Estado que recibimos se nos dió para cumplir con la ley de unidad. Y ésto es exactamente lo que el mundo demanda.

Inconscientemente, el mundo quiere que alcancemos la unidad y les entreguemos el método de Abraham. Nos hemos resistido a hacerlo e invocamos el antisemitismo. Precisamente esta resistencia podría ser la causa del próximo Holocausto.

El día internacional en memoria del Holocausto y el día de la Independencia de Israel, deben convertirse en días de cumplir nuestra misión, días de volver a calcular y evaluar la existencia de nuestra nación. En estos días, debemos reunirnos en miles de mesas redondas en Israel y en el mundo y entender cómo debemos alcanzar la verdadera independencia, la independencia de nuestro egoísmo y aprender cómo podemos ascender del odio infundado al amor fraterno.  

Esta es la única forma de asegurar nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos y, podamos decir con confianza, ¡nunca más!
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