Todo en el mundo está basado en la interacción de dos fuerzas: atracción y repulsión. Toda la materia está sujeta a ellas, ya sean galaxias o átomos. Así es como dos fuerzas espirituales, la Luz y el Kli (vasija) se manifiestan en nuestro plano.
La naturaleza del Creador es la fuerza de otorgamiento, y la naturaleza del ser creado es la fuerza de recepción. El propósito de la creación es obtener la fuerza del Creador y alcanzar el estado de Su ser. Esto determina el programa entero: el orden de la evolución y todas sus etapas.
El Creador nos creó «sin preguntar» y nos equipó con un solo deseo de recibir. Una chispa de deseo de otorgar se enchufa a este, y esto organiza una cadena de estados desde los cuales entendemos lo que el Creador quiere de nosotros. Como resultado, el ser creado se une al proceso de manera consciente y promueve su desarrollo.
Cuando una chispa de la segunda fuerza despierta en mí, comienzo a entender por primera vez qué está sucediendo, y comienzo a pensar y hacer preguntas. El punto despertado en mi corazón es el Creador en mí. Me da una oportunidad de ser independiente: Estar entre dos deseos, los comparo y busco una oportunidad para nacer de manera que yo mismo pueda operar esas dos fuerzas en mi camino hacia la meta.
Obtengo libre albedrío, y ahora valoro el propósito de mi vida, no cuan bien satisface a mi egoísmo. Y ese es el momento en que en los campos de mi conciencia entra la fuerza de conexión entre las partes de la creación. El punto centelleando dentro de mí comienza a llevarme hacia la unidad.
Subconscientemente, sin saber porqué, las personas con el punto en el corazón gravitan hacia sentir el mundo como integral. Sin caer en el misticismo y las modas populares de la nueva era, quieren ver y comprender el sistema común de interrelaciones de todas las partes de la realidad.
(25272 – De la primera parte de la lección diaria de Cabalá del 29 de octubre 2010 – Los escritos de Rabash)
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