En el amargo jugo del egoísmo

Dr. Michael LaitmanBaal HaSulam, «Introducción al Libro del Zóhar», ítems 29-30: …Esto se considera como estar bajo la Sitra Ajra y las Klipot, cuyo papel es expandir y mejorar su deseo de recibir y hacerlo exagerado y sin forma alguna de restricción, para proporcionarle todo el material con el que debe trabajar y al que debe corregir.

En nuestra evolución, pasamos por cuatro etapas de los deseos que pertenecen a este mundo: inanimado, vegetativo, animado, y hablante. Cada nuevo peldaño es más «escarpado» que el previo.

Egoismo

Más tarde, comienza un nivel de desarrollo totalmente nuevo, mediante el cual el deseo de recibir aspira a la corrección. Mientras más esfuerzos apliquemos, mientras mayor sea nuestra aspiración a la unidad y al amor, más maldad revelamos dentro de nosotros.

Dr. Michael Laitman

Se trata de más un proceso cualitativo durante el cual adquirimos todo el «grosor» de los deseos en los cuatro mundos de ABYA, de acuerdo a los esfuerzos que aplicamos. Así, llegamos al punto más alto en el cual toda la inclinación malvada ya ha sido manifestada dentro de nosotros.

Aun cuando al nacer está investida en su deseo de recibir, ésta sólo comienza a despertar después de trece años, y entonces uno comienza a entrar al sistema de los mundos puros…

Uno ya tiene un deseo egoísta enorme, exorbitante, en cuyo interior hay un punto en el corazón. Este está conectado con la Luz y es por eso que comienza a actuar. Así, después de «trece años» de adquirir todo el deseo de recibir en aras de recibir, se despierta el punto en el corazón (*) y su conexión con la Luz circundante. Es como si infláramos el balón de nuestro deseo, alcanzando nuestro punto a través de los mundos impuros de ABYA, y entonces este se despierta.

Egoismo 2

Hasta entonces, este no emerge a la superficie desde las profundidades. Naturalmente, sólo podemos corregir los defectos que ya se han manifestado en nosotros. Y viceversa, hasta que no hayan sido expuestos, ¿por qué aparecerían los puntos en el corazón?

Cuando uno obtiene el excesivo deseo de recibir espiritual, uno desea devorar, para mi propio deleite, toda la riqueza y deleites en el mundo por venir, en el mundo eterno, el cual es una posesión eterna.

Sólo si nosotros aspiramos a la unidad podemos revelar cuán malvados somos en realidad. Tratamos de ser amigables y amables, pero cada vez sentimos que somos realmente indiferentes, olvidadizos, descuidados, e irresponsables. Algunas veces incluso admitimos ante nosotros mismos que disfrutamos del sufrimiento de otras personas ¿No es así?

Esta es nuestra naturaleza, nuestro deseo egoísta normal con el cual nacimos y vivimos. Previamente, estaba oculto en las «sombras». En este momento, cuando nos esforzamos por unirnos con otros y ser amables con ellos, comienza a manifestarse en nosotros. Sin embargo, por el momento todavía no es espiritual, ni es otorgamiento genuino; nosotros aún estamos intentando alcanzarlo solamente.

Después, tiene lugar la siguiente etapa. Antes de llegar a los «trece años de edad», todo lo que hicimos fue tratar de salir de nuestro egoísmo y revelar la inclinación malvada dentro de nosotros, es decir nuestra falta de voluntad para cambiar y las constantes caídas dentro de un egoísmo incluso más grande. Sin embargo en este momento, dejamos de intentar y comenzamos a actuar con el fin de llegar al verdadero otorgamiento. Esas acciones nos demuestran la grandeza del Creador: eternidad, perfección del universo, y la Luz misma.

Este es el punto en el cual se despierta un deseo egoísta por «robarlo» todo para mi propio bien: «¿Puedo robar la eternidad? ¿Puedo reinar?» Nuestras acciones que están orientadas hacia el otorgamiento absorben grandes cantidades de Luz. Este es el momento en que tropezamos.

Es una condición muy especial y «jugosa». El deseo que adquirimos en esta se esfuerza por la Luz superior, y es un billón de veces más grande que todo lo que se nos reveló antes.
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De la 4º parte de la Lección diaria de Cabalá del 3/20/13, «Introducción al Libro del Zóhar»

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