El Pensamiento Superior es otorgamiento

Toda la creación es el deseo de recibir placer, y por eso este requiere una transformación y un llenado. Pero esto puede ser hecho únicamente por una parte en él que gana comprensión, sabiduría. Esta parte no pertenece a la creación misma, sino que desciende a él desde el Creador, desde el deseo de otorgar.

No hay nada en el universo, excepto estas dos fuerzas: el deseo de recibir y el deseo de otorgar. De la relación entre estas dos propiedades, la criatura comienza a analizarse y  a la naturaleza de la fuerza que lo afecta.

Como resultado, en el deseo de disfrutar se formó un mecanismo, que es considerado como una «cabeza» («Rosh del Partzúf «), es decir, una mente, pensamiento y discernimiento. Con el poder de este pensamiento, el deseo comienza a alcanzarse a sí mismo.

En los niveles inanimado, vegetativo y animado, el deseo de disfrutar actúa instintivamente. Y la criatura de este mundo llamada «hombre» que actúa por instinto también está incluida aquí. Intentamos cuanto podemos medirnos y evaluarnos por nuestros propios medios o por la opinión de los demás, siempre juzgamos dentro de nuestro egoísmo.

Todas nuestras “compasión” corresponde exclusivamente a nuestro propio bien, y todas nuestras acciones son para nuestro propio beneficio. Sin embargo, permanecemos encerrados en nosotros mismos, no podemos saber quiénes somos. Sólo podemos pesar y preferir los deseos mayores a los menores. Y la capacidad de hacer tal cálculo es llamada «pensamiento» o discernimiento en nuestro mundo. Pero en esencia, se trata simplemente de una evaluación: Qué es más grande, más vital y benéfico para nuestro egoísmo. De esto se trata nuestra mente.

Todos estos discernimientos toman lugar en el grado animado, en el nivel de nuestro cuerpo animado. Así es cómo vivimos y evolucionamos durante miles de años. Pero cuando adquirimos una propiedad adicional, la propiedad de Bína, otorgamiento, es en ese punto que comenzamos a realizar una evaluación basada sobre dos atributos: la recepción y otorgamiento. Es entonces cuando la mente, la «cabeza», que toma las decisiones es ahora llamada espiritual, puesto que hace un cálculo relativo al otorgamiento, al atributo del Creador.

En comparación con Él, evalúa lo que el ser creado debe o no debe hacer y cómo. Por lo tanto, trabajar sólo en el deseo de disfrutar es considerado como animado, puesto que es el más alto grado que este puede alcanzar. De esta manera todos existimos, como está escrito: «Todos son similares a las bestias mortales».

Pero aquel que adquiere el deseo de otorgar es considerado como «humano» (Adám) ya que es «similar» (Domé) con el Creador. Esos son los cabalistas que alcanzaron el atributo de otorgamiento, el Creador. Entonces, ellos calculan a partir de dos propiedades, recepción y otorgamiento, lo cual significa que analizan cómo conectar dentro de una persona el deseo de disfrutar y la intención de otorgar, en qué grado la intención de otorgar puede regir su deseo de disfrutar.

Esa persona tiene una mente diferente, «la cabeza». Y a pesar de todas sus acciones continúa residiendo en el deseo de disfrutar, el objetivo de estas acciones y sus intenciones que mueve y gobierna es el otorgamiento. Y es evidente que se trata de un tipo completamente diferente de cálculo, así como de percepción, que no puede ser comprendido por aquellos que por el momento, ven las cosas con ojos de mamíferos. Está escrito: «El punto de vista de la Torá es opuesto al de los laicos».

El «punto de vista de la Torá» es el otorgamiento, mientras que el «punto de vista de los laicos» es la recepción egoísta. Y aunque el asunto sigue siendo el mismo, el deseo de disfrutar, todo depende de cómo se utiliza, en la intención que rige este asunto: ¿Será egoísta o altruista, para mi beneficio o en beneficio de los demás? Esta será la prueba para nuestro deseo.

En todos los mundos superiores, espirituales, todo lo rige sólo una ley de otorgamiento, mientras que el deseo de disfrutar obedece a este pensamiento y a tal intención. Y sólo en nuestro mundo, en el estado desde el que comenzamos nuestro ascenso, la ley que rige es la única que somete todo a los intereses del egoísmo.

(33348 – De la 4º parte  de la lección diaria de Cabalá del 21/01/2011, «La Libertad»)

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