Trabajando juntos en el deseo

No debemos criticar los estados que experimentamos cada momento. Después de todo, no sabemos por qué nos fueron dados y de dónde vienen.

Todo lo que necesitamos hacer es tratar de entender cómo usar el estado que recibimos justo ahora. Debemos reconocerlo con el entendimiento de que no hay estado mejor para nuestro avance, para la corrección del alma, que el estado en el que estamos ahora. Debemos agradecer al Creador por lo malo justo como lo haríamos por lo bueno.

Después de todo, mido mi estado de acuerdo con mis faltas. Si estuviéramos reformados, sentiría el infinito en cada estado. Sin embargo, si experimento una sensación opuesta en algún lado, significa que hay una cierta falta que necesito sentir, trabajar en ella, y corregir la sensación hasta sentirme perfecto.

Así, se concluye que es el Creador el que causa la plegaria de una persona. Él es justo la causa. Sin embargo, entre Su llamado y la acción de una persona, está el libre albedrío de la persona misma, el cual consiste en la forma en que él responde, en que aclara lo siguiente:

  • De quién recibió esta condición,
  • Qué se supone que haga con ella,
  • Qué lo ayudará a reformarse a sí mismo
  • A qué estado debe llegar a continuación

Todo esto depende de la persona misma. Él discierne la diferencia entre el estado por el cual atraviesa y aquel en el que le gustaría verse. En realidad, la sensación de diferencia determinará su estado siguiente.

En cuanto a nosotros, no se espera que proporcionemos nada excepto el deseo correcto, hasta que sea dirigido de manera directa hacia el alcance de la meta final: otorgamiento según el grado y poder que se iguale al de la fuerza superior, como en la raíz de nuestra alma de donde todos venimos.

Así trabajamos juntos: El Creador nos despierta, mientras que nosotros, en cada momento de nuestra vida, primero tenemos que entender que todo es proporcionado por Él. Debemos apuntar hacia el trabajo correcto: «Israel, la Torá, y el Creador son uno». De esta manera, desarrollamos una plegaria que expresa nuestro deseo personal.

Es decir, ambos, el Creador y yo, estamos trabajando en el deseo. Y con respecto a la Luz, no es nuestro asunto. Yo me preocupo sólo por el deseo. Él me lo da, y comienzo a trabajar con este, al hacerlo ejerzo el esfuerzo suficiente para llevar el deseo recibido de Él, hacia otro deseo que ahora es llamado plegaria. Según el grado en que mi deseo sea correcto o corrupto, el Creador me reforma y me proporciona un nuevo deseo. Con su ayuda tengo que corregirme una vez más, definiendo mi deseo con más exactitud y precisión, el cual se convertirá en mi nueva plegaria.

Así, el Creador y yo seguimos trabajando juntos en mi deseo, hasta que este adquiere el correcto perfil en valor, poder, carácter, y forma, llegando de esta manera a Maljut del Infinito el cual incluye los deseos de todas las almas. Entonces, según el grado del calibre del otorgamiento alcanzado y de mi propia bajeza, formulo mi plegaria, mi auténtico deseo de recibir, en la manera adecuada y, ahí, revelo el propósito de la creación.

(43842 – De la 1º parte de la lección diaria de Cabalá del 5/24/2011, Escritos de Rabash)

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